Los pólipos aparecen en aproximadamente 1% en los niños en edad preescolar y escolar. Representan la causa más frecuente de sangrado por vía rectal. Lo más frecuente es que se localicen en el colon y se presenten con sangrado rectal. La mayoría de los pólipos son los llamados Pólipos Inflamatorios (80%), siendo los segundos en frecuencia los Pólipos Linfoides (15%). Los pólipos con características adenomatoideas y potencial maligno se ven en menos del 3% de los casos.
El diagnóstico de sospecha es por la clínica y se confirma por tacto rectal o por enema de contraste.
El tratamiento de los pólipos intestinales es la exéresis de los mismos para poder realizar un examen histológico que confirme su tipo y descarte malignidad. Inicialmente se realiza una rectosigmoidoscopía que consiste en introducir un tubo con luz por el recto para localizar el o los pólipos y posteriormente extirparlos mediante un asa de corte. Debe realizarse además una exploración del colon para descartar la presencia de más formaciones polipoides. Si se comprueba la presencia de incontables pólipos intestinales estaríamos ante una poliposis intestinal lo que obligaría a otro tipo de actuaciones.
En raras ocasiones los pólipos están fuera del alcance del rectosigmoidoscopio y deben extirparse por cirugía abierta convencional. Otras veces el pólipo es solitario y sufre una autoamputación por lo que no es posible encontrarlo en la exploración quirúrgica.
Este procedimiento se realiza bajo anestesia general, lo que conlleva los riesgos propios de dicha técnica.
Las complicaciones derivadas de esta técnicas son el sangrado postoperatorio, la perforación intestinal, la recidiva de la lesión, que en raras ocasiones obligarían a una intervención quirúrgica.